Nuestros comienzos
Se remontan a la década del 70, en el entonces denominado “Instituto Nacional de Sordomudos ‘Prof. Bartolomé Ayrolo’”, donde en esa época se estudiaba la carrera de Profesor de Sordos.
Allí comencé a observar la dicotomía existente entre lo que nos enseñaban en las cátedras y lo que realmente veíamos con respecto a la forma de comunicación entre los niños y jóvenes sordos. La enseñanza en las aulas era estrictamente oral y escrita y no se permitía a los alumnos sordos utilizar las señas. En cambio, en el patio, dormitorios, comedor, el movimiento continuo de las manos de los alumnos, la expresión de sus rostros y el lenguaje del cuerpo era la forma natural que entre ellos utilizaban para comunicarse.
En ese tiempo comencé a trabajar como preceptora, actividad que me permitió conocer con mayor profundidad diferentes matices que no sólo tenían que ver con la comunicación sino con una forma particular de pensar, sentir y actuar de las personas sordas.
Sentía la necesidad de poder compartir con mayor eficacia una conversación, entender lo que decían, ser entendida, y poder participar de diferentes experiencias de la vida escolar.
Los primeros pasos
Frente a este panorama, habían transcurrido algunos años hasta que un fuerte movimiento que provenía de los Estados Unidos y Francia comenzó a interesarnos ya que empezamos a recibir información sobre otras formas de abordaje pedagógico basado en la no prohibición de las señas y la utilización de esta forma de comunicación entre sordos y oyentes, para lo cual había que aprender de ellos el idioma.
En el año 1970, se realizó en Buenos Aires un curso sobre Comunicación Total, dictado por una persona sorda proveniente de Estados Unidos, convocada por la Confederación Nacional de Sordomudos. Sin embargo, la comunidad sorda rechazó esta capacitación argumentando que las señas que se transmitían eran americanas. A pesar de ese rechazo, la intervención marcó un hito histórico porque estableció nuevas perspectivas para la educación e incentivó las investigaciones orientadas a profundizar los conocimientos sobre la lengua de señas de los sordos argentinos.
El primer libro
Con esta inquietud y fuera del horariCon esta inquietud y fuera del horario de trabajo, comenzamos a compilar las señas que nos proporcionaban sordos adultos comprometidos con nuestra investigación. De este modo, logramos obtener setecientas señas que el Prof. Alberto Elazar dibujaba mientras la Prof. Iris Biafore y yo las ordenábamos por categorías. Este material se utilizó luego para el armado de un libro que se llamó Curso Básico de Lenguaje de Signos y que recién se publicó en el año 1986, cuya impresión realizó una persona sorda en una imprenta casera y se armó íntegramente en el Salón de los Angelitos del “Ayrolo”, gracias al permiso de su directora, la Prof. Norma Viera, quien realizara el prólogo del libro.
El primer curso
A partir de este primer libro de lengua de señas editado en el país, organizamos un curso para nuestros compañeros docentes y estudiantes del Profesorado, que se comenzó a dictar un 7 de agosto de 1987 con el nombre de CELAI (Centro de Expresión Integral para los Discapacitados Auditivos), en las instalaciones del Club Fénix de Villa Devoto, gentilmente cedido por el Dr. Hildo Budelli, miembro de la Comisión Directiva y además presidente de la cooperadora del Instituto de Sordomudos “Prof. Bartolomé Ayrolo”.
A partir de allí, cada vez era más numerosa la cantidad de participantes de los cursos, y como teníamos una sola sala, a través de una gestión de la Lic. Susana Ricardi nos mudamos en marzo de 1990 a la calle Yerbal, en Caballito, sede de la escuela DINAD, donde las clases se dictaban sólo los sábados. Continuábamos los tres trabajando en la investigación de nuevo léxico de la LSA y editando más libros que eran utilizados por los alumnos en los cursos.
Nace Villasoles
En el año 1992, nos mudamos a la avenida Scalabrini Ortiz al 700, donde se desvinculó Iris del proyecto y continuamos Alberto Elazar y yo con el nombre de “Instituto Villasoles”. Allí seguimos dictando cursos para la formación de intérpretes tanto en la sede de Capital Federal como en innumerables localidades del interior del país.
La institución fue creciendo y se incorporaron nuevos servicios y prestaciones para la comunidad sorda, por lo que ese lugar resultó insuficiente y fue en el año 1995 que compramos la casona de Gurruchaga 568, donde actualmente sigue funcionando el Instituto Villasoles, nuestra querida “Villa”.
La Carrera Terciaria
Durante un lapso de diez años en la Formación de Intérpretes de Lengua de Señas, los títulos que otorgábamos no eran oficiales. En el año noventa y cinco logramos un primer avance cuando la Dirección General de Educación de Gestión Privada del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires nos otorgó el reconocimiento a los Cursos como de Perfeccionamiento Docente pertenecientes a la Educación No Formal.
La necesidad de cobertura de cargos de intérpretes en el ámbito de las Escuelas Secundarias dependientes del Gobierno de la Ciudad de Bs. As. hizo que en el año 1997 presentáramos un proyecto a la DGEGP, con la Carrera Terciaria de Formación de Intérpretes que, con Títulos Oficiales, fue aprobada para iniciarla en el año 2000. Con la incorporación del Instituto a la Enseñanza Oficial, se le otorgó, además, la categoría de “Instituto Superior”. Esto hizo que este largo y arduo camino tuviera finalmente una satisfacción, ya que en la actualidad contamos con un importante número de egresados, quienes ya están desempeñando su función en diferentes ámbitos.
Muchos años han transcurrido desde esa rebeldía juvenil de propiciar un cambio. Hoy, revisando esta reseña, me doy cuenta de que muchos datos quedaron afuera: hechos significativos, algunos de mucha satisfacción y otros de sinsabores, de lágrimas de emoción y también de bronca, de luchas para sostener una ideología a la que siempre apostamos tratando a la LSA con respeto profundo, a la comunidad sorda con sincero agradecimiento, a nuestros colegas ofreciéndoles lo que íbamos investigando y a nuestros alumnos nuestro conocimiento y afecto para poder apreciar y valorar lo aprendido.
“Seguimos trabajando” fue, es y será nuestro lema porque es lo que hicimos siempre.